Cómo decir «te quiero»
Junio ya, qué rápido pasa el tiempo. Hace tan solo un momento me estaba tomando las uvas y no tengo ni idea de cómo se han ido tan rápido estos meses. Junio, el mes de San Juan, el de los exámenes y el comienzo del verano. Yo ahora lo identificaré como el mes en que se publicó mi primera novela, se dice pronto.
No sé qué pensaría de mí ese quinceañero que escribía novelas porque no tenía internet en casa y lo único que se podía hacer con un ordenador sin internet era dibujar con el Paint, jugar al solitario o escribir con el Word, o ese chaval de diez años que escribía en el suelo para imitar a su hermano y por puro aburrimiento. Supongo que estarían orgullosos.
Me voy aún más atrás, a ese niño que con cinco años cantaba por Nino Bravo delante de su clase de parvulario con mucha menos vergüenza que la que me daría hacerlo ahora mismo. El niño que pocos años más tarde decía palabras al tuntún, le ponía un ritmo aleatorio y así componía canciones que luego grababa en casete. El que se imaginaba que algún día cantaría en un estadio ante cien mil personas coreando sus canciones.
Desde luego, no creo que, a estas alturas de la vida, eso pase ya. Pero, probablemente, ese niño estaría igualmente orgulloso de mí, porque sigo amando la música de forma incondicional.
La música es una manera de contar historias, de transmitir lo que uno siente, de expresar emociones. La música es mi vida. Y por eso, es una parte fundamental en La chica de las mariposas.
Porque ¿no es la literatura una manera de contar historias, de transmitir lo que uno siente, de expresar emociones? En el mismo momento en que nació, supe que en esta novela debía haber alguien que cantara, que contara su historia cantando, que expresara sus emociones encima de un escenario. Y es que, a veces, se expresa más a través de una canción que de cualquier otra forma. ¿Hay una manera más bonita de decir «te quiero»? ¿Una forma más efectiva de soltar la rabia que llevamos dentro que cantando a pleno pulmón? ¿Acaso no escuchamos música triste cuando estamos tristes porque nos calma y acompaña?
Ninguna de las canciones que encontraréis en La chica de las mariposas está puesta de manera aleatoria. No me puse en Spotify una lista de música de los noventa y elegí con los ojos cerrados. Tampoco quise hacer promoción de grupos que a mí me gustasen especialmente. No, cada una cuenta una historia, cada una expresa exactamente lo que requiere la escena o lo que necesita expresar el personaje. Se podría decir que la música es una forma de contar lo que los personajes no se atrevían a decir.
A la hora de escribir las escenas, sabía exactamente lo que quería transmitir, pero elegir las canciones no era fácil. Primero porque quería un estilo de música bastante definido, un estilo que caracterizara, sobre todo a Ara. Y segundo, como he dicho, porque cada canción debía contar exactamente lo que yo quería. Así que, para cada escena, pude escuchar entre diez y veinte canciones hasta dar con la adecuada.
¿Y las canciones originales? Normalmente, mi modo de componer consiste en estar tocando la guitarra al tuntún y que se me vaya ocurriendo poco a poco tanto la melodía como la letra. En esta ocasión debía ser distinto. Necesitaba exactamente que cada canción dijese algo concreto, contara una historia que encajara con lo que la novela pedía. Por ello, esta vez escribí como lo haría narrando y, luego, lo musicalicé.
Lo maravilloso de todo esto es que la música es algo tan enorme que una canción puede transmitir cosas distintas según la persona que la escuche, así que las conclusiones que podréis sacar de cada canción serán diferentes y, por tanto, podréis pensar que la historia va por unos derroteros mientras, realmente, va por otros. Pero ¿quién soy yo para explicaros el significado que las canciones tienen para Ara y quitarle a la música esa magia?
En fin, solo me queda darte las gracias por mostrarte interesado/a en leerme, por decidir acompañar a Ara y Vic en ese 1996 de ascenso y caída. Espero, de verdad, que te sumerjas en su historia, que te emociones con ella, pues ese ha sido mi único propósito todo el tiempo.
Y me he dejado la piel al hacerlo.